Apenas existe un lugar en el que la injusticia, la explotación y la 
opresión sean tan agudas como en la cárcel. Incluso si es verdad que, 
supuestamente, algunas cosas han mejorado y se han relajado dentro de 
las cárceles en comparación con décadas anteriores, esto no se nota en 
el régimen normal de encierro. A menudo, las condiciones en muchas 
prisiones tienden a ser incluso peores que, por ejemplo, hace 10 años. 
Generalmente sólo hay una hora de patio, poco o ningún trabajo, 
increíblemente reducidas posibilidades de comunicación hacia el exterior
 (especialmente en prisión preventiva), una asistencia médica 
desastrosa, negligencia hacia lxs presxs con enfermedades mentales y 
físicas, dificultades enormes para lxs extranjerxs, quienes no hablan 
alemán o son analfabetxs, es decir, lxs que constituyen una gran parte 
de la población carcelaria. Además, apenas existen opciones de 
actividades y de formación, mientras que cada vez hay más y más rejas y 
“medidas de seguridad”…
Se habla constantemente de “la re-socialización”, pero en última 
instancia, esto significa sólo y únicamente implicar a lxs presxs en un 
sistema de trabajo esclavo dentro y luego también fuera de la cárcel, 
para después mantenerles en su sitio como subordinadxs y domesticadxs 
explotadxs. De lo contrario, se les amenaza con castigos y empeoramiento
 de su situación, algo que luego por supuesto se aplica. Es notable 
cómo, a lo largo de décadas o incluso siglos, el sistema de castigos 
dentro de la cárcel por un lado se ha ido desarrollando y 
perfeccionando, pero por otro lado básicamente funciona igual que en los
 tiempos en que fue aplicado por primera vez. Hoy en día hay menos 
palizas y torturas en Alemania, pero te quitan lo poco que no te ha sido
 robado de todos modos. Pueden cancelar tus visitas o llamadas, contacto
 con otros presos, trabajo u otras actividades, sacarte la tele de la 
celda o aislarte y meterte en algún búnker o módulo de seguridad. Las 
amenazas siempre están ahí, sus ejecuciones también; la función de la 
cárcel no es otra que el romper y doblegar todo tipo de personas libres,
 rebeldes o simplemente “inadaptadas”. Educarlas o castigarlas. Por 
supuesto, cualquier forma de compromiso social, solidaridad o intento de
 organizarse con otrxs presxs para hacer frente a estas injusticias 
cotidianas, está particularmente penalizada. Inmediatamente lo tachan de
 “rebelión” y “motín”, incluso cuando se trata de pequeñeces o de 
defensa de unos simples derechos fundamentales.
El aislamiento como una medida constante para “todos los males” no se
 aplica sólo como un castigo por algo en concreto, sino también en otras
 ocasiones. Evidentemente, se usa a menudo contra lxs presxs políticxs 
que pueden ser “peligrosxs” o quienes tienen respaldo de “movimientos 
peligrosos”, o en general en la prisión preventiva cuando se hace las 
llamadas “separaciones de perpetradorxs” y lxs presxs comunes quedan 
aislados de otros presxs. Incluso si alguien puede ser que tenga una 
enfermedad infecciosa y se niega a que le/la examine el/la médico, acaba
 metidx en una especie de “cuarentena” en la misma prisión y se le 
prohíbe cualquier contacto, así que se encuentra completamente aisladx y
 marginadx. Lxs presxs son tratadxs como una mierda que no vale nada. La
 cárcel solo se preocupa de su propio orden interno y de que todo 
funcione, por lo que incluso si al nivel humano todo se desmorona, 
mientras que nadie se suicide…“todo va bien”.
Las leyes, reglamentos y ordenanzas son generalmente muy estrictas, 
mientras que los derechos concedidos son mínimos. Esto a menudo les da a
 lxs carcelerxs un gran margen de juego, que pueden llenar con su propia
 arbitrariedad. En ciertos períodos más bien tranquilos en general se 
permite más a lxs presxs, sin embargo eso sirve también para que ellxs 
se acostumbrasen a un “régimen flojo” y por lo tanto sean más 
vulnerables al chantaje, ya que esta condición puede ser cancelada en 
cualquier momento si no se comportan según lo deseado por el sistema 
penitenciario. Los reglamentos de mierda lo permiten todo.
Por supuesto, hay mucho racismo, explotación y violencia patriarcal 
en la cárcel entre lxs presxs mismxs. En el módulo de mujeres, el grupo 
étnico más grande y a la vez el más discriminado casi siempre es el 
Sinti y Romaní, pero también puede tocar a otros grupos y minorías.
El poder se utiliza y su abuso es constante por parte de quienes lo 
tienen, por lo que también entre lxs presxs, que están más abajo, reina 
una increíble impotencia y debilidad, llevando a algunxs a la soledad y a
 la depresión y a muchxs otrxs a un servilismo y egoísmo total. 
Lamentablemente, solo unxs pocxs presxs están en condiciones de 
levantarse de manera solidaria contra esta injusticia permanente. A 
menudo, se inhibe y destruye justo estas señales de solidaridad, la 
gente acaba trasladada a otros centros de detención, separada, etc. Por 
tanto, entre todas estas vejaciones es importante moverse de manera 
inteligente pero manteniendo la dignidad y, antes de decidir qué hacer, 
tener claro qué consecuencias podemos soportar, qué vale la pena y qué 
no. De lo contrario, te aplastarán. Sin embargo, resulta igualmente 
importante no aceptarlo todo, sino implicarse y luchar, de lo contrario 
te quedarás dañada a nivel humano. Y no es nada fácil equilibrar entre 
estas dos modalidades.
El sistema penitenciario no está fuera de la sociedad, sino que 
constituye su componente fundamental sin el que el Estado y su sistema 
de dominación y opresión no podrían existir. Se amenaza a la gente con 
el castigo y la cárcel, para que se incorporen y encajen en este mundo 
miserable, para que nunca trasgredan los límites previstos, para que se 
controlen y refrenen a sí mismxs. De lo contrario, simplemente son 
encerradxs. Siempre se habla del peligro de los crímenes sexuales y 
violentos, todo el sistema de castigo se justifica con ello y la 
sociedad se queda aterrorizada. No obstante, la mayoría de lxs presxs 
están dentro por delitos relacionados con el dinero, delitos económicos y
 de propiedad, y es justo eso lo que se castiga, especialmente cuando se
 trata de la propiedad de lxs ricxs y poderosxs. Muchxs presxs provienen
 de las condiciones más pobres y miserables y solo tratan de llevar una 
vida un poco más digna. Las mujeres se enfrentan además con la violencia
 y la explotación patriarcales y a menudo terminan en la cárcel justo 
por ello.
Respecto a nuestros ámbitos políticos, la represión y la cárcel 
también tienen como objetivo la disuasión, para que no nos volvamos 
demasiado salvajes, rebeldes u organizadxs y, sobre todo, para que no 
presentemos ningún peligro para el sistema. Mientras tanto, la cárcel 
todavía se asocia con el aislamiento total, la soledad, el aburrimiento y
 una sensación de encierro constante, algo que, aunque puede ser el 
caso, no tiene que ser lo único que hay. También aquí dentro, es 
importante sacar lo mejor y más fuerte de cada situación, practicar la 
resistencia de una manera creativa y polifacética, tejer contactos 
sociales, aprender mucho de lxs demás y de ti misma y nunca rendirte.
Es muy importante combatir el miedo propio y colectivo a este sistema
 carcelario de mierda y sacar fuerzas de las experiencias, la 
supervivencia y la resistencia, sin embargo, nunca deberíamos jugar de 
manera demasiado frívola o inconsciente con nuestra propia libertad. La 
vida y la lucha continúan en la cárcel y después de la cárcel. A menudo 
son las experiencias difíciles en nuestras vidas las que nos vuelven 
mucho más sensibles, nos radicalizan, nos unen y nos dan la fuerza y la 
determinación que de otro modo jamás hubiéramos tenido.
Os mando saludos solidarios y combativos a Berlín, para las jornadas 
anticarcelarias. Espero escuchar interesantes discusiones y debates, y 
espero que surjan muchos más proyectos y complicidades.
¡Cuidaros! ¡seguid adelante! ¡Y nunca dejéis que os amansen! ¡Mucha fuerza para todxs lxs que tienen que pasar por la cárcel!
¡Para que todos los cárceles sean derrocados y toda forma de dominación y autoridad sea destruida!
¡POR LA REBELIÓN, LA LIBERTAD Y LA ANARQUÍA!
Lisa
– Agosto / septiembre de 2017 –
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